14 abril 2005

La virtud de haber caído

He perdido la violenta marea que mecía mi patética agonía social.
Las fuerzas se fueron como gaviotas en tranquila partida estacional.
Mi rostro contempla hoy en día ausencia de pasión y de enérgicas ideas transformadoras.
A donde me he ido, cometí la fuga más torpe de una vida.
Caí en el sentimiento benévolo de unos cuantos abrazos y rasguños sensuales.
Que me hicieron volar en sueños cancerigenos y mundanos.
Instantes que puedo ver esfumándose entre alcohol ardiente pero sin consecuencias,
son inútiles sobre mi conciencia, no puedo escapar de ella, no logro entretenerla
y lo último que necesito es a un ser más que cierre mis ojos con palabras húmedas
entorpecedoras.
No puedo mentirme más quiero cambiar, hacia el nunca, hacia el jamás, hacia lo verdadero pero inalcanzable, recobraré tu motín y escupiré en miserias ajenas, extraviaré la razón junto con la falta de oxigeno en los vicios de la victoria oscura, me acostaré con la derrota embustera cuando haga falta para no olvidar de donde provengo y reiré sobre tus lágrimas mientras extiendes tus alas suplicando una mano santa, pero solo te otorgaré el beneficio de la duda y te daré centavos de lastima, siempre que no sea suficiente para asegurar tu retorno glorioso, sino que mantenga tu estado de dependencia moral y estirpe humana.

Seduciré a tu dios con un cristal sobre tus venas, haré llorar el sacrificio inútil de tu maestro vacilante y torpe, fornicare el alma que te brindo con lujos que imperan sobre tus deseos más implacables.

Estoy cerca de volver a nacer y abrir el ataúd del amor negro, rasposo, traidor y débil. Gritaré con fuerza sobre los restos de lo que soy, un cuchillo dibujará una sonrisa en mis brazos y la sangre será el ritual de una despedida anticipada por falta de abrigo sincero. Pasajero de tus vivencias carnales conozco debilidades poco observadas que rodean tu falta de carácter y los insultos que parece parir tu lengua, los tragaré como ofrenda a mi rencor que hace olvidar toda clase de afecto.

El ocaso de mi última derrota se avecina con su olor a muerte y el himno del infortunio, desaparecen agonías, lloriqueos, se esfuman suertes y casuales tropiezos, ahora todo se escribe con el puño de mi virtud, la virtud de la venganza, la virtud de la emancipación, la virtud de haber sido tu esclavo, la virtud de haber caído.