09 enero 2005

Lágrimas de un corazón.



Decidí poner mi corazón en la ventana, a la luz de la luna
a donde los gatos pueden pasar perdidos y maullar hasta saciar su sed de misterio y melancolía .
Se alimentarán de lágrimas de un corazón.


Pienso vivir de personas ajenas a mi razón y sentir,
invitándolas a tomar una noche sin consecuencias, sin deberes ni dudas.


Fue hace mucho tiempo que empecé a tratar de matar al tiempo,
haciéndome el héroe de una historia negra y marchita.
Pero hoy invalidé a las manecillas y pienso medir el resto de mi estancia
a través de sonrisas mediocres y saludos hipócritas.


Después del mes de las caricias empezará el invierno de noches húmedas y tristes, de lluvia roja y labios carmesí.
Engañare a mi cuerpo con roces simbólicos y a la razón la entretendré leyendo los poemas que escribió un poeta barato y borracho de una suerte servilista.


Al filósofo que solía guiarme con sus ideas y la pasión q encerraba enseñanzas excelsas,
el día de hoy, lo maté por segunda vez
y pienso montar su velorio en un escenario que estará en venta
por un cheque de recuerdos falsos y amigos imaginarios


Crearé mi mundo en cuatro paredes que me darán lo que no pudiste entregarme,
silencio bendito que grita en vacío lo mucho que desea la tranquilidad
y la paz blanca y divina.
Las ventanas permanecerán cerradas para no dejar entrar ni a la esperanza ni al perdón
que siempre desean coleccionar lágrimas saladas y de peligroso sabor romántico
para después regar su jardín predilecto, su invernadero de espinas y risas falsas,
de traiciones sin vuelta y heridas sin cura.

Cuando llegue la primavera de la furia
inundaré los recuerdos y visitare el cementerio de las memorias,
alguna vez paraíso de la soledad, hoy un lago oscuro de agua pútrida sin vida.


En el verano de la opulencia llegaré a tener noches de inconciencia y basura en las venas,
lloraré sangré y mis brazos rogarán más surcos para mi rió de traiciones,
el rojo vestirá mi piel desnuda y mis ojos se cegarán con carbón para cicatrizar la deformidad que me permitió ver.


Para ese entonces ya estaré bastante viejo como para considerar el perdón una posibilidad
y el olvido de la vejez condenará mi cabeza suficiente
como para pensar que el cementerio será más toda una ciudad de memorias
y tendré un escaso patio de realidad pastosa y difícil de digerir.


Todo eso lo puedo ver desde aquí, mi presente, mi punto cero, mi día uno, mi renuncia,
mi despedida al que fui mucho tiempo y que nadie vio ni quiso valorar.
He invitado a la primera dama que ocupará la cama de mi nueva vida,
tiene senos marchitos y ojos negros.
No posee sonrisa alguna y sus manos son tan frías
como alguna vez temí que estuviera tu corazón.
Sus piernas lastiman mi cuerpo y sus palabras son las más halagadoras que pude contratar.
Ella es honesta y vino sólo por mí,
sabe las palabras exactas y las mentiras las condena con el dolor.


Me he postrado ante la más alta colina de mis tierras extrañas
y he podido ver que atrás de todos esos meses y ruines estaciones
viene la más oscura, triste y última de ellas: el otoño.


Será un Otoño de calles solitarias y de mucha pena,
de llantos salvajes, de miradas al pasado que salpicarán de nostalgia mi caminar,
tropezaré con hadas y cíclopes tan irreales como la máscara
que hoy protege mi carencia de entendimiento a la situación,
me abrazaré de la primera virgen que se ofrezca por menos de un halago
y un buen billete.


Será una estación llena de gloria para la perfecta celestina que hoy me acompaña.
Ella será la única que me entregará lo que ando buscando desde hace años de reflexión
y desde la tercera semana de vulgaridades.
El Otoño cerrará mis heridas con un beso de labios huesudos y miradas inexistentes,
de anonimato llorón primo del egoísmo frustrado.


Será la muerte quien me salve de esta vida de insatisfacciones.

Liberará al corazón que hoy espera secarse sobre mi ventana
sin más lagrimas que entregar y sin palpitar alguno que lo reanime,
se ha rendido declarando victoria para el deseo, ha empacado
lo que siente por ti en maletines de felicidad instantánea.

Se escucha a los gatos venir marcando territorio sobre cada parte
mi sentir, su apetito apesta a vanidad de primera categoría
y vienen recitando poesía sagrada, impíos de mala calaña tendrán
de postre mi esmeralda de esperanza.


Es así como escribo sobre la ventana.
Con la última gota será suficiente
para relatar un diario, un diario inspirado
en la última lágrima del corazón.

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