12 enero 2005

Alicia

La llamé Alicia
Fue suave espuma de tranquilidad
Flotó en recuerdos de aire frío
Fue una breve llama en el invierno
La conocieron por su alma añeja
que consolaba al más doloroso padecer
de los corazones rotos.
Nunca vino a verme
pero siempre supe que era misteriosa...
Más que el abismo entre nosotros
Y que era angelical, más que el sueño
que puede revivir el más dulce momento.

Ella brilló por toda constelación
Fue hermana de Venus, diosa perfecta
Perfecta por sus errores
Imperfecta por su humildad.
Poseía piel de porcelana
Comprable con la piel del cielo
Conservaba miradas azules
Miserables por su sinceridad...

Cuando cerró sus ojos
Aclamó cultivar la muerte
con pasivas melodías de tragedias
Remojó sus labios en hielo seco
Y sangró con alegría
Compartió la humedad roja con los más tristes
Y demostró su compasión con los más débiles.

La llamé Alicia
Y se fue como boreal del norte
Despidiendo colores en su retirada
Cantando al unísono con
el caer de la lágrimas
Dijo regresar al formarse otro círculo en el oscuro cielo
Que saludaría a la par que la luna llena
Que no olvidáramos como se mira hacia el cielo...

Todos admiramos
El funeral de ensueño
Y en la piel de una gota
Demostró la pureza que puede haber
en alas rendidas por su largo camino
y su corto egoísmo
Escribimos en su pecho nuestra despedida
mientras la tinta fue absuelta de culpa en su cuerpo
Subió una pluma rojiza del suelo
con su último suspiro
Y cayó del techo un cuervo
con su último verso.

No pude preguntarle su nombre
Pero siempre la llamé Alicia
Al morir me acerque para decir
-¿qué nombre debe tener su cruz?-
y ella partió diciendo
-no quiero cruz...
quiero mi país de maravillas.-







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