25 enero 2005

Tenías que ...

Tenías que romper la esperanza
Tenías que rasgar la ternura
Tenías que desmembrar la última oportunidad.

En días en que no existían miradas, sino solo recuerdos,
trazaste caminos adversos y confusos para mi razón;
fue ella la que me advirtió cuando se habían roto mis tobillos
en tu andador de juegos y emociones superficiales...
Pero demasiado tarde, pues la razón sucumbió a los cantos del corazón.

Perdí barreras y tretas elementales que protegían
cicatrices incurables, sangrantes de deseo y de rabia.
Robaste humor y días tristes, acostumbré a mi cuerpo a tus besos
y a mis oídos a las mentiras más elaboradas y mortales que habían escuchado.

No necesitabas secar mi aliento ni terminar con mi esperanza.
No necesitabas burlar trampas inaccesibles hacia mis ideales y sueños.
No necesitabas malgastar mis ojos con lágrimas de desesperación.

Dañaste lo irreparable.
Te llevaste lo inolvidable.
Destruiste lo invaluable.
Mentiste en los pecados.
Confesaste en tiempos caducos.
Advertiste ya en mi delirio.

Remediaste tu conciencia pero dejaste de luto mis días que sin ti son rutina,
olvidaste que para salir de algún lugar hay que cerrar la puerta
y me abandonaste mientras miraba por la ventana tu ausencia
esperando el regreso que se fue una madrugada de muchas sombras y pocas palabras.
El calor de la fe terminó por incinerar mis emociones
y marchitó el jardín de los recuerdos que ahora riego con gotitas de nostalgia.
Tocaste mi cuerpo maldito y renegaste de la soledad
mientras encontrabas un mejor camino.

Que clase de honestidad destruye al amor
y lo convierte en melancolía llorona de callejones baratos.
Que clase de bestia desangra paladares con besos
y rasga la piel con gestos de hipocresía.

Tenías que dejarme caer en nubes pesadas y sólidas.
Tenías que hacerme volar aun con las cadenas preñadas de un pasado traidor.

Abusaste de mi ceguera voluntaria...
porque así es como le llamo ahora a la confianza en un buen rostro
y un miserable sentimiento inexistente.
Ignoraste momentos de soledad y te entretuviste conmigo.
Tan fácil como arrojar una piedra al rió.
Tan fácil como tirar una foto sin rostros.
Tan difícil como fuiste con los otros.

Palabras huecas, palabras más, palabras... sólo palabras...
parecerán quejas a tu presente
pero por lastimoso, incomodo y patético que sea...
Solo quería recordarte
que no tenías porque hacerme frágil, débil y sumiso.

No tenías porque robarme la primavera,
no tenías porque dar la espalda cuando más necesitaba de un solo detalle de estima.

Y necesitas recordar que después de todo eso...
lo único que debías hacer jamás lo hiciste,
Tenías que darle fin a nuestra historia.

Tenías que cerrar la puerta.

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