Incertidumbre, riesgo y puntos de decisiones, de inflexiones, fueron lo que representaron, al menos, los últimos dos años. Sin embargo, el horizonte más próximo se ve a media distancia, dispuesto a ser modelado bajo los propósitos que uno se proponga y con las herramientas que uno acumule durante el transcurso del viaje hasta nuestro destino.
Por eso, este año es un año de preparación, de esfuerzo y de cambios concentricos, cuyo eje sin duda alguna, debemos ser nosotros mismos. Los principios que se decidan como marco referencial de nuestras acciones dirigirán las estrategias que empleemos durante 2012 y 2013, por lo menos. Pensar que el largo plazo empieza hoy mismo y en reordernar los factores, en este caso sí puede cambiar el producto de nuestro hacer.
Este año es un año de siembra, representa la labor que debemos completar de forma previa a el arribo de los cambios que acompañen los próximos años: años electorales, años de reestructuración mundial del comercio, de las potencias y de las regiones que liderean el impulso mundial, año de replanteamientos teróricos y de oportunidades que se presentan una sola vez.
Depende de cada uno transformar nuestro futuro en lo que puede ser o, en lo que pudo ser. Pensar que la suerte del porvenir se define en un brindis con doce uvas, en una oración o en una elección en la cual no participamos pero si reprochamos, es cooperar al Cæterīs paribus mantenido desde hace más de 15 años como país y cuidadanos. No olvidemos que en ese camino de cambio no vamos solos y que todo lo que hamos, o dejemos de hacer, tendrá impacto en los que nos rodean. Saquemos provecho del orden del caos y las reacciones en cadena que deberemos aprender a leer.
Empecemos pues, la temporada de siembra requiere de acciones.
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