28 noviembre 2004

Historia de mi estrella




Para quienes hemos transitado entre miles de seres humanos, las caras de los cuerpos móviles que cruzan nuestro camino y que nosotros cruzamos el suyo, acordarán conmigo, son como máscaras de hombres que nunca estuvieron, no logramos reconocer ninguna mirada ni sentimiento a través de ojos radiantes de nada.

Hay momentos en los cuales una de esas miles de rocas andantes definen rasgos humanos y nos dedican su tiempo para extraer una sonrisa de nuestro interior áspero y frágil, es en ese momento que compartimos la débil llama que enciende los corazones y que corre el riesgo de volverse una estrella muerta y no una en pleno brillo. Somos estrellas pero sobre todo, somos un privilegio para los demás y tenemos el privilegio de conocerlos al igual.

Hay muchas trampas en la vida y de repente creemos reconocer nuestra estrella, la especial, para descubrir que se apaga antes de tiempo; sin embargo, no hay que olvidar qué es una estrella: un cuerpo celeste que está muriendo y nace para morir, esa que percibimos una vez que ya se extinguió pero que dejó su remanente en rayos luminosos que cambian todo el panorama de las cosas que observamos.

Cuando al caminar te sigue un cuerpo celeste destellante, puede ocurrir que te ilumine un camino empedrado hacia la soledad con desviación a la belleza del estar vivo; en otras ocasiones es un camino irrealmente empastado hacia la virtuosidad del vivir, el cuál te invita a transitar sobre de él para encontrar una desviación a la soledad. La diferencia entre ambos es como lo miras y como lo hueles, ese aroma a flores puede causar tal alergia que terminarás besando cadáveres entre los tuyos o puede dotarte de una gran intoxocación de felicidad que al despertar estas en el jardín del edén que sabes no existe y por lo tanto estás en el mismo lugar que el que besa materia fétida.
Eso sucede cuando tomas alguno de esos caminos sin compañía mas que tus huesos y tu lindo traje tejido en carne y graciosos adornos de piel, o del comunmente llamado cuero. Y los errores al decidir cuál tomar dependen plenamemte de tu incapacidad de decisión. Todo eso implica que no eres más que un pedazo de roca que creyó ser estrella al recibir la luz de una verdadera.
Pero cuando no importa que camino tomas, sino que tanto te va a acompañar ese cuerpo celeste que descubriste siguiendo tus pasos y jugandote travesuras una que otra vez, entonces tienes asegurado que vas directo al jardín de la creación, ese mismo que sabes no existe pero que aún así lo puedes tocar, probar y discernir del pasivo e intelegible lugar en el que viste tantos rostros vacíos y deplorables. En ese momento debes agradecer al cuerpo celeste que te acompañó durante el camino y que se volvió tu amante, tu pareja y tu confidente, cuando lo haces entonces lo estas convirtiendo en una genuina estrella y por tal motivo no importa si ya terminó tu viaje, ella se quedará contigo, te hará brillar y lo mejor de todo, esperará a que mueras siendo testigo de algo que nunca sabrás: verá el brillo que perdurará a pesar de tu muerte , el brillo de dos estrellas que ilumina algo más que ese camino mutuo, ilumina la llama de los corazones y la transforman en un sol que dará vida a otras estrellas las cuales gozarán de su propia historia y de sus propios privilegios.

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