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¿Y si el idealismo sólo nos depara tropiezos?
¿Es verdad que a todos nos depara un destino?
Siete son los días hasta ahora sin ti, sin saber ni escuchar tu recuerdo.
Poco a poco renunciaste a nuestra idea, a nuestro sueño... a mí.
Alimentaste mi aliento con la promesa de un reencuentro que nunca llegará
y fue suficiente para sostener un motivo que se fue contigo
cual débil hoja caída en la corriente de un río siniestro
sin remodimiento por recordar ni mantener, sólo fluyes, sólo olvidas.
He contado cada hora de cada día conciente de tu partida
y he descrito cada detalle de cada orilla de mi conciencia
donde refugio mis sentimientos insuficientes para tu compleja constitución mortal.
Repaso cada instante posible de cambio y corrección para conservar tu estancia
pero me agoto de repasar instantes moribundos en mi memoria con olor a tu esencia,
descubro en cada intento un nuevo aroma en mi inconciente preso del sentimiento reprimido
y desperdicio lágrimas soñando una casualidad que supere tu rechazo y desprecio.
Mantengo cada palabra esculpida en piedra rosada como promesa de tu sentir
poco a poco se erosiona con cada sarcasmo en tu despedida sin titubear,
el coraje inunda mi establidad y sugiere el descontrol y los excesos
para olvidar mi necesidad de ver, escuchar y entregar la incondicionalidad que me condena.
Te es costumbre recibir mis súplicas de un retorno no contemplado
te resulta incomodo leer mis palabras de ternura y escuchar mi llanto de enamorado,
me convertí en la rutina sujeta del olvido y del desamor cruel y despiadado
que se mofa de mi terco sufrimiento.
Y sin embargo, con toda la vergüerza que me he cargado a la espalda desde que te perdí
repito mil y más veces que te necesito para dejar de necesitarte
que te requiero para poder olvidar que no estás
y te conservo siempre fiel a la espera de una luna que observas lejos de mí.
Tengo miedo de no verte, de olvidarte, de reprimir lo que siento por ti
porque es tuyo y de nadie más, te lo entregué y lo olvidaste indiferentemente
pero lo más honesto que puedo ofrecerte es el daño que tengo por tu partida
y sobre todo, esta ausencia de olvido que me impide vivir sin ti.
¿Es verdad que a todos nos depara un destino?
Siete son los días hasta ahora sin ti, sin saber ni escuchar tu recuerdo.
Poco a poco renunciaste a nuestra idea, a nuestro sueño... a mí.
Alimentaste mi aliento con la promesa de un reencuentro que nunca llegará
y fue suficiente para sostener un motivo que se fue contigo
cual débil hoja caída en la corriente de un río siniestro
sin remodimiento por recordar ni mantener, sólo fluyes, sólo olvidas.
He contado cada hora de cada día conciente de tu partida
y he descrito cada detalle de cada orilla de mi conciencia
donde refugio mis sentimientos insuficientes para tu compleja constitución mortal.
Repaso cada instante posible de cambio y corrección para conservar tu estancia
pero me agoto de repasar instantes moribundos en mi memoria con olor a tu esencia,
descubro en cada intento un nuevo aroma en mi inconciente preso del sentimiento reprimido
y desperdicio lágrimas soñando una casualidad que supere tu rechazo y desprecio.
Mantengo cada palabra esculpida en piedra rosada como promesa de tu sentir
poco a poco se erosiona con cada sarcasmo en tu despedida sin titubear,
el coraje inunda mi establidad y sugiere el descontrol y los excesos
para olvidar mi necesidad de ver, escuchar y entregar la incondicionalidad que me condena.
Te es costumbre recibir mis súplicas de un retorno no contemplado
te resulta incomodo leer mis palabras de ternura y escuchar mi llanto de enamorado,
me convertí en la rutina sujeta del olvido y del desamor cruel y despiadado
que se mofa de mi terco sufrimiento.
Y sin embargo, con toda la vergüerza que me he cargado a la espalda desde que te perdí
repito mil y más veces que te necesito para dejar de necesitarte
que te requiero para poder olvidar que no estás
y te conservo siempre fiel a la espera de una luna que observas lejos de mí.
Tengo miedo de no verte, de olvidarte, de reprimir lo que siento por ti
porque es tuyo y de nadie más, te lo entregué y lo olvidaste indiferentemente
pero lo más honesto que puedo ofrecerte es el daño que tengo por tu partida
y sobre todo, esta ausencia de olvido que me impide vivir sin ti.
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LJM